domingo, 19 de abril de 2015

EL CAMINO DEL MIEDO

Miedo. La has perdido por miedo. Y no me digas que lo has intentado, no te atrevas. Tú, mejor que nadie, sabes que no ha sido así.
 
Por miedo no has conocido sus defectos, esos que la devuelven a la caverna donde tú y yo nos batimos el cobre, que la despojan del toque de divinidad con el que le has querido pintar en el lienzo de tu imaginación, que le hacen descender del trono que has construido sólo para ella, inaccesible, piensas, para quienes han osado aspirar a ocupar su lugar.
 
Por miedo no has conocido su debilidad, no has visto sus ojos claros ahogados en lágrimas fruto de un llanto mudo, discreto. No los has visto, pero lo has provocado.
 
 
 
 
 
Ella, que estaba dispuesta a dártelo todo, se ha encontrado con tu silencio.
 
Ella, que habría luchado contra esas circunstancias de las que tú has hecho un muro infranqueable, se ha tenido que recomponer por dentro para seguir adelante. Una negativa más, una ilusión menos.
 
A ella, que creía que merecía la pena le has demostrado que no a base de miedo. Miedo a sufrir, a no estar a la altura de lo que tú creías que esperaba de ti, a hacerle sufrir. Y, precisamente, a todo esto le ha llevado tu miedo. El tuyo, porque al suyo ella lo venció estoicamente el día que decidió intentarlo y se echó a la espalda el peso de los dos hasta que éste se volvió insoportable.
 
En el futuro, cuando mires hacia atrás, estoy segura que encontrarás una excusa para justificarte, un "si no fue, es que no tenía que ser", pero en el fondo, quizá muy en el fondo, sentirás haber perdido la oportunidad de intentarlo, de haber elegido El Camino del Miedo.